29 de septiembre de 2007

Las maravillas del Sudeste Asiático (y del mundo) vistas por el Santi: I Templos de Ankor o el Disneyland de los templos

No hay nada como viajar para ilustrarse y saber más de la vida sobre este planeta. Conocía o había visitado Tikal (Guatemala), las pirámides de Egipto, las ruinas del Machu Picchu, el Taj-Mahal , o el Coliseo de Roma antes de venir acá, pero no conocía absolutamente nada de las joyas que guarda el Sudeste asiático. Esta nueva sección cultural que abro en el blog va destinada a los lectores más cultos de la amplia audiencia que tiene este maravilloso blog.

Y en honor a una ladilla que tengo desde este año, la abro con Angkor, y especialmente con los Templos de Angkor, ubicados para quien sea tan ignorante como yo era, en la provincia de Siem Reap, en el cuadrante nor-occidental de Camboya.

¿Quién no ha visto esta foto alguna vez?, tan ignorante yo no era, ¿pero quién sabía antes de leer la sección cultural de este blog que esta foto corresponde a Angkor Wat, uno de los tesoros arqueológicos más importantes del mundo y seguramente el mayor complejo religioso jamás construido. Es el mayor complejo dedicado a las deidades hindúes fuera del territorio de la India, concretamente en Camboya.

Bueno, pues allá tuve que realizar un sufrido trabajo de campo sobre turismo insolidario. No voy a pretender hacer una guía de cómo visitar este sitio porque ni lo quiero hacer, ni lo puedo hacer. El que quiera saber más sobre este sitio, que busque las palabras claves en el google.

Solo os comento la parte más práctica. Si llegas a Phnom Penh (capital de Camboya), te aconsejo que vayas a Siem Reap por tierra a través de la compañía de buses de lujo Mekong express. Servicio profesional que en 5 horas y por 9 $ te llevan a Siemp Reap sin parar, con ágape y cuarto de baño incluido. Te ahorras una pasta respecto al avión (que además te atraca con las tasas), y casi tardas lo mismo. En Siem Reap te puedes alojar dónde y cómo quieras. Un chimboturista como yo me buscaría como máximo una guesthouse como la que me aconsejó uno de los mayores expertos camboyanos en turismo, Home Sweet Home Guesthouse. Por unos 5 euros habitación doble limpia con ventilador y cuarto de baño propio. Una vez alojado, solo queda intentar acertar con el sitio dónde dar rienda suelta a la gula. Yo lo encontré en unas especies de búfet libre camboyano en donde te ponen un platillo no volante individual incandescente por unas brasas donde podías freir pescado y carne, como que podías cocer verduras y pescado en el agua que cocía alrededor de dónde se freía la comida. Todo el búfet libre por 3 $, 3 $ más si piden una jarra de litro y medio rebosante de cerveza Anchor (prometo que me la bebí antera y no terminé muy mal).

Para visitar Angkor, que está a unos pocos kilómetros de Siem Reap, yo opté por agarrar un tuc-tuc todo el día, una especie de moto-taxi, con mototaxista incluido que por 12 $ le tuve a mi disposición todo el día. Tras pagar una entrada de 20 $ por estar todo el día en esta maravilla de la humanidad y la naturaleza (40 $ es la entrada por si quieres estar entre 2 y 3 días), pues me dispuse a ver piedras.....





..... Y qué piedras más bien puestas......

pero no todas porque, ¿sabéis que los árboles al andar tienen que pasar por encima de los templos?;


Yo la verdad que en un día disfruté mucho, quizás dos sería lo ideal para mi, pero al que le guste las civilizaciones, la arqueología, la fagocitosis de la naturaleza tropical, y a la vez la simbiosis entre naturaleza y hombre, pues podría dedicar el resto de sus días.





Sin embargo, ¿sabeis que os digo?. Camboya es mucho más que Siem Reap. Es un país donde la población intenta reconstruirse socialmente después de mucho sufrimiento, incluso a pesar de las secuelas de un genocidio sin precedentes, gente que intenta salir adelante a pesar de las minas, la falta de infraestructuras después de tanto conflicto bélico, la corrupción generalizada de la sociedad dominante, y donde una nueva generación de jóvenes camboyanos que están saliendo del cascarón ahora, suponen la más clara esperanza para este país cuyo pueblo tan dolorosamente fue golpeado durante gran parte del siglo XX. Merece la pena acercarse a esta realidad de Camboya para descubrir un país bello, de gente apacible, de grandes masas de agua que inundan inmensas llanuras, de niños descuidados pero felices aupados a lomos de los búfalos que forman parte del paisaje del sudeste asiático, de unas masas forestales que están siendo devoradas por las insaciable codicia de unos desalmados, y donde he depositado parte de mi apuesta personal y profesional. Ahora, también soy un catuchero en Camboya.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué alegría me he llevado al oírte hablar así de un lugar tan precioso, yo pasé 3 días la segunda vez y la sensación que te da de infinito no termina nunca... Pero no puedo estar más de acuerdo contigo en que Camboya es mucho más que eso...
Las piedras como dices tú, te muestran una belleza imponente, las vistas desde lo alto, el atardecer o el amanecer te pueden llenar de sensaciones maravillosas. Pero lo que verdaderamente me enamoró de Camboya es su gente, sus sonrisas, una sonrisa que existe después de haber sufrido lo inimaginable. Un país que casi lo reducen a pequeñas motas de polvo pero que sale adelante, que ríe, que está lleno de niños, de vida...
Gracias.

Anónimo dijo...

Muy bueno el remate de la aventura con tu autorretrato con palillo.
Abrazos
Cuajo