30 de marzo de 2007

¡HOLA!, es lo que se dice en mi callejoncillo

Este es mi vecinillo, que vive en la casa de al lado de la mía en Hanoi

Todavía no os he escrito sobre el maravilloso y especial microcosmos de vida que hay en el callejoncillo donde yo vivo, y en donde me siento como pez en el agua. Soy el único extranjero, y ya no os digo que occidental, que vive en él, y me encuentro super a gusto y féliz con el mundo que se respira y se vive gracias a todos los vecinos y personajes que forman este micro-cosmos de vida vietnamita.
Pero hoy no os voy a hablar directamente de mi callejoncillo, sino de uno de sus protagonistas. Hoy estaba duchándome, cuando oigo afuera decir a un niño "hoolaaaa". Era el trasto de mi vecinillo, que el chaval ha aprendido enseguida a decir "hola" y "adiós", adiestrado por mi maravillosa mano docente, que la saqué ya harto que me saludara con un "hello" cada vez que me veía a pesar que yo siempre le saludaba con mi macarrónico "Xin chao em" (¡hola chaval!).
Ahora siempre que salgo o entro de la casa, o viene cualquier español a visitarme o buscarme a casa, si él o su hermano están por el callejón, no falta su "hola" y su "adios".
Convencido estoy que ellos aprenden antes a hablar español que yo a contar hasta 10 en vietnamita.

Lo del micro-mundo de mi callejoncillo es para vivirlo, es casi como estar en La Adrada.
El autor de la foto es mi primo Gustavo, que vino visto y no visto, pero que disfrutó y amenaza con volver.

8 de marzo de 2007

Un paseo en moto (Por Blanca Pérez Lozano)



Os pongo la segunda entrega de lo que ha escrito Blanca durante su estancia en Vietnam para el Adelantado de Segovia.
Aunque yo os conté sobre el caos y la locura del tráfico en Hanoi, no tengo ni la habilidad ni la pluma que tiene Blanca para contar las cosas, así que me parece que también vais a disfrtar con esta segunda entrega (todavía hay más).
Un paseo en moto
(por Blanca Pérez Lozano)
Hanoi es una ciudad increíble, lo primero que te llama la atención cuando llegas aquí, es la vorágine de motos, de bocinas, de coches, de bicis, de gente, de ruido, sobre todo de ruido…lo mejor son las motos, todo el mundo tiene su moto.

Las motos las utilizan como nosotros para trabajar, para ir de paseo, o para llevar los niños al colegio. El problema es que la utilizan para trabajar sea cual sea su cometido, si son repartidores de colchones, ahí los reparten con la moto, aunque sea un colchón “king size”, es decir, tamaño de unos 2x2, eso sí, no hay problema porque ya se suben otros dos compañeros para que no se caiga por el camino. Otros reparten cerdos, normalmente 4 o 5 cerdos adultos en la moto se apañan bien, eso sí, siempre que rellenes huecos y compenses peso con algún lechoncillo aquí o allá. También está el repartidor de cristal, el pintor con su escalera para subir al quinto o el instalador de tuberías pero, de verdad, para mí lo insuperable fue cuando ví ¡al de la funeraria!, ¡con el ataúd sujeto debajo del brazo y conduciendo con la otra mano!... quiero pensar que el ataúd iba vacío.

Lo de llevar los niños al colegio tampoco tendría nada de particular si no fuera porque llevan a sus tres hijos, más los dos del vecino, el perro y a la abuela que viene del mercado de hacer la compra y se sube con las naranjas, las peras, las manzanas, el pollo vivo que así está más fresco, la fregona, el cubo y un paquete de 20 rollos de papel higiénico…y, por si fuera poco, mientras conducen, ¡van hablando por el móvil!. Me da un poco de pena porque ahora los acróbatas del circo no tienen ninguna gracia para mí.

Los cruces son la guerra, al grito de ¡ADELANTE! (o sea semáforo verde) nos lanzamos todos, los de un lado y los de otro y, claro, si tienes que girar al izquierda, que ocurre muy a menudo, es un sálvese quien pueda y tonto el último, hay que cruzar, por encima o por debajo, por delante o por detrás pero, sobre todo, sin dudar y, a ser posible, con los ojos cerrados…así duele menos. Nunca se mira quien hay detrás, solo hay que controlar lo que tienes delante, esa es tu responsabilidad. ¿El retrovisor? El retrovisor es un perfecto instrumento de belleza para peinarse y depilarse las cejas, después de todo, ¿para que otra cosa puede estar ahí si no?.

4 de marzo de 2007

Fronteras (por Blanca Pérez Lozano)

Podría decir de Blanca que es una compañera que trabaja en una de las 7 ONGs españolas que actualmente están desarrollando proyectos de Cooperación Internacional Española en Vietnam, pero estaría siendo bastante injusto con ella, porque Blanca es mucho más que eso.
De momento me conformo con deciros que me ha dado permiso para colgar en el blog algunos de los artículos que ha escrito para el Adelantado de Segovia, los cuales me parecen una auténtica oda de sensibilidad, inteligencia y sentimiento de alguien que lleva ya algún tiempo en Vietnam viviendo.
Espero que os gusten como a mi.
Fronteras
por Blanca Pérez Lozano
Un viaje por Vietnam en bici, solo un recorrido de 300 km, ni un solo turista por el camino. Solo veo Vietnam, la auténtica, la real, sus paisajes, su gente.
Vamos con un guía, veterano de guerra, que por nacer en el Sur y no por otra razón, participó en un bando y no en el otro. Quiso la historia que su bando fuera el perdedor.

Él solo perseguía un sueño, quería ser médico. Después del primer año de universidad, el gobierno del Sur lanzó la consigna: “Si quieren seguir estudiando, antes deben colaborar con la patria”. Como muchos otros, Thiêt, se alistó como voluntario en el ejército, ingenuamente, casi como el que va a un campamento.
Entonces estalló la guerra. Solo tenía 19 años y apenas experiencia en la vida, pero venía de la universidad, por tanto, le correspondía ser teniente.

El sur perdió la guerra, ¿qué futuro le podía esperar a un teniente del bando perdedor?, muchos salieron del país, para los que se quisieron quedar solo quedaba fusilamiento o “reeducación”. Una reeducación que, en realidad, significó estar internados en campos de concentración, completamente aislados de sus familias.

3 años estuvieron sus padres sin saber nada de el. Su novia era del norte y le esperó sin saber si quiera si vivía. Hoy en día es su mujer y tienen 3 hijos. Hijos del norte y el sur, hijos de una guerra. Una guerra en la que cada uno participó en un bando no porque siguiera un ideal, sino porque geográficamente así les había tocado.

Y escribo esto, una española en Vietnam, con un bolígrafo fabricado en China, un grupo africano como música de fondo, y viendo por la ventana una catedral construida por los franceses mientras un turista habla inglés a mi lado. Y cuanto más viajo, menos entiendo de fronteras, cuanto más veo, menos sé, cuanto más conozco, menos me atrevo a sentirme de algún sitio.

Solo me queda una cosa clara, lo importante es lo humano, las personas, mis hermanos y hermanas. Me gusta sentirme ciudadana del mundo, pertenecer a todas partes porque, hasta ahora, que yo sepa, nadie ha elegido, nadie se ha ganado, nacer donde ha nacido.