Esta semana he cumplido mi primer año en Asia, en el Sudeste asiático. Parece que fue ayer cuando escribí la primera entrada en este blog, pero han pasado más de 365 días.
Siempre me ha gustado hacer balance de las cosas, y en estos días he estado pensando que ha supuesto este año para mi.
En lo profesional desde luego ha sido todo un acierto. Me siento tremendamente realizado. Estoy trabajando en una Fundación de la que recibo total apoyo de su Director (algo tendrá que ver que somos del mismo clan caraqueño, por tanto hermanasos). No solamente he podido diseñar y dirigir libremente un proyecto de cooperación de cuatro años y 1 millón de euros en la montañosa Reserva Natural de Ngoc Son Ngo Luong (territorio ocupado por la minoría étnica Muong), sino que en este año ha venido el regalo adicional no planeado de poder identificar y formular un proyecto con el mismo estilo en el eje camboyano del Mekong, proyecto que acaba de ser aprobado por la AECI. La verdad es que cuanto menos, tengo un trabajo chulo.
En lo personal, también ha sido positivo, aunque con ciertos matices.
Estoy viviendo en un auténtico lujo asiático para lo que han sido siempre mis estándares de vida, y sino, que se lo pregunten a la santa de la Fina que no daba crédito de cómo vive su hijo en Vietnam. He podido descubrir muchas cosas sobre la especie a la que pertenezco. Somos prácticamente iguales asiáticos, latinoamericanos y europeos. Nos diferencian barnices culturales, pero cuando raspas, somos la misma madera. He conocido la universalidad del ser humano, especialmente viviendo la parte más positiva. También he conocido y visto paisajes, animales y lugares increibles que nunca me hubiera imaginado, entre otras cosas, porque no sabía ni que existían. Navegar el Mekong, perder la vista en los extensos arrozales vietnamitas, andar por laderas de montañas perdidas del norte de Vietnam, hacer de motero por zonas de la Indochina profunda, bañarme en el mar del sur de China (ya me quedan pocos oceános donde meter los pinrreles), y especialmente estar en la maravillosa ciudad villa de Luang Prabang (Laos) engullido por Wats, stupas y monjes de túnicas anaranjadas, son cosas que uno no suele vivir siempre en un año.
¿Y qué hablar de las vivencias y situaciones que he tenido en este año?. Ha sido un placer casto conocer la impúdica noche saigonesa con uno de los mayores crápulas que ha habido en La Adrada (mi queridísimo Arturo), ha sido toda una experiencia de capacidad de adaptación del género humano sentirse como pez en el agua en el caos de Ha Noi o convivir con minorías étnicas procediendo del valle del Tiétar, un gustazo al paladar disfrutar de la Beer-Lao o la de los Bia Hoi, sin duda las mejores cervezas del mundo bien por su sabor o su precio, ¿y qué decir de mi adicción al bong ban?.
Caso aparte es mi desidia para los idiomas, próposito de enmienda que tengo para este futuro próximo. Y a pesar de ser un negado para los idiomas, he sido capaz (aunque reconozco que desgasta mucho, consumo muchas de mis energías) de echarle huevos (que es lo que sobra en mi nevera) para poder trabajar este año.
Sin embargo, os confieso que me he sentido también solo. No me lo explico, pero así me he sentido. A pesar de tener una comunidad española en Vietnam inmejorable, a pesar del Skype, a pesar de este blog, a pesar del correo electrónico y de la gente vietnamita que está pendiente de mi, y a pesar que en este año 16 personas y un conejo de peluche me han dejado su recuerdo escrito en el libro de visitas/invitados que tengo en mi casa de Ha Noi, he sentido una soledad poco explicable por lo novedosa que es para mi. Por eso valoro muchísimo las amistades que han crecido en este año (gracias chata), y los que me habeis dejado muchas pinceladas de cariño sincero en el libro hanoiano, en el blog, o en algunos correos que tengo que enmarcar.
Quizás el salto que he dado al Vietnam profundo sin ninguna preparación (especialmente idiomática) ha hecho que toque techo en mi capacidad de adaptación, quizás me siento viejo de repente (Celtas Cortos), o simplemente es esta caractéristica humana que tenemos por naturaleza de no estar nunca conforme con lo que tenemos, aunque lo que tenemos no han sido otra cosa que 365 días de ensueño asiático.
Porque mi vida la quiero vivir como hasta ahora, siguiendo a mi corazón, éste me dice que siga un año más en la senda personal que he llevado siempre, aunque sea poco convencional. Os iré contando en la medida que pueda. Espero que sigais ahí, porque reconozco que si no estuvierais ahí, esta soledad se convirtiría en una tumba para mi.
Siempre me ha gustado hacer balance de las cosas, y en estos días he estado pensando que ha supuesto este año para mi.
En lo profesional desde luego ha sido todo un acierto. Me siento tremendamente realizado. Estoy trabajando en una Fundación de la que recibo total apoyo de su Director (algo tendrá que ver que somos del mismo clan caraqueño, por tanto hermanasos). No solamente he podido diseñar y dirigir libremente un proyecto de cooperación de cuatro años y 1 millón de euros en la montañosa Reserva Natural de Ngoc Son Ngo Luong (territorio ocupado por la minoría étnica Muong), sino que en este año ha venido el regalo adicional no planeado de poder identificar y formular un proyecto con el mismo estilo en el eje camboyano del Mekong, proyecto que acaba de ser aprobado por la AECI. La verdad es que cuanto menos, tengo un trabajo chulo.
En lo personal, también ha sido positivo, aunque con ciertos matices.
Estoy viviendo en un auténtico lujo asiático para lo que han sido siempre mis estándares de vida, y sino, que se lo pregunten a la santa de la Fina que no daba crédito de cómo vive su hijo en Vietnam. He podido descubrir muchas cosas sobre la especie a la que pertenezco. Somos prácticamente iguales asiáticos, latinoamericanos y europeos. Nos diferencian barnices culturales, pero cuando raspas, somos la misma madera. He conocido la universalidad del ser humano, especialmente viviendo la parte más positiva. También he conocido y visto paisajes, animales y lugares increibles que nunca me hubiera imaginado, entre otras cosas, porque no sabía ni que existían. Navegar el Mekong, perder la vista en los extensos arrozales vietnamitas, andar por laderas de montañas perdidas del norte de Vietnam, hacer de motero por zonas de la Indochina profunda, bañarme en el mar del sur de China (ya me quedan pocos oceános donde meter los pinrreles), y especialmente estar en la maravillosa ciudad villa de Luang Prabang (Laos) engullido por Wats, stupas y monjes de túnicas anaranjadas, son cosas que uno no suele vivir siempre en un año.
¿Y qué hablar de las vivencias y situaciones que he tenido en este año?. Ha sido un placer casto conocer la impúdica noche saigonesa con uno de los mayores crápulas que ha habido en La Adrada (mi queridísimo Arturo), ha sido toda una experiencia de capacidad de adaptación del género humano sentirse como pez en el agua en el caos de Ha Noi o convivir con minorías étnicas procediendo del valle del Tiétar, un gustazo al paladar disfrutar de la Beer-Lao o la de los Bia Hoi, sin duda las mejores cervezas del mundo bien por su sabor o su precio, ¿y qué decir de mi adicción al bong ban?.
Caso aparte es mi desidia para los idiomas, próposito de enmienda que tengo para este futuro próximo. Y a pesar de ser un negado para los idiomas, he sido capaz (aunque reconozco que desgasta mucho, consumo muchas de mis energías) de echarle huevos (que es lo que sobra en mi nevera) para poder trabajar este año.
Sin embargo, os confieso que me he sentido también solo. No me lo explico, pero así me he sentido. A pesar de tener una comunidad española en Vietnam inmejorable, a pesar del Skype, a pesar de este blog, a pesar del correo electrónico y de la gente vietnamita que está pendiente de mi, y a pesar que en este año 16 personas y un conejo de peluche me han dejado su recuerdo escrito en el libro de visitas/invitados que tengo en mi casa de Ha Noi, he sentido una soledad poco explicable por lo novedosa que es para mi. Por eso valoro muchísimo las amistades que han crecido en este año (gracias chata), y los que me habeis dejado muchas pinceladas de cariño sincero en el libro hanoiano, en el blog, o en algunos correos que tengo que enmarcar.
Quizás el salto que he dado al Vietnam profundo sin ninguna preparación (especialmente idiomática) ha hecho que toque techo en mi capacidad de adaptación, quizás me siento viejo de repente (Celtas Cortos), o simplemente es esta caractéristica humana que tenemos por naturaleza de no estar nunca conforme con lo que tenemos, aunque lo que tenemos no han sido otra cosa que 365 días de ensueño asiático.
Porque mi vida la quiero vivir como hasta ahora, siguiendo a mi corazón, éste me dice que siga un año más en la senda personal que he llevado siempre, aunque sea poco convencional. Os iré contando en la medida que pueda. Espero que sigais ahí, porque reconozco que si no estuvierais ahí, esta soledad se convirtiría en una tumba para mi.
5 comentarios:
El entrar en este blog ha sido siempre un motivo de alegría, era entrar en aventuras y desventuras, era entrar en historietas inimaginables con numerosísimos y fantásticos personajes, era entrar a través de un pasadizo a un lugar de ensueño.
Pero esta vez no ha sido así, me he sentido profundamente triste al leer tus palabras, y sólo quiero decirte que tus alegrías también son las mías y por ello son mayores y que tus penas también son las mías pero al repartirlas se hacen más pequeñas.
Te mando todo mi ánimo Chato !!!!!!
¡Pues el Castellano profundo que exhalas en estas palabras me apasiona!, ¡Què tiemblen los ingleses cuando domines el suyo¡.
Santi: ¡Nos pensamos!
Muy bueno lo del "placer casto"!! Ante todo deja claro que este año en eso del sexo tan sólo te acompaña tu mano... ;)
Puedes censurarlo si quieres, esto es un poco fuerte. Pero es que me ha salido del "asma"... Al fin y al cabo, sexo somos todos.
Un abrazo patonero
Chaval!
Joder, un año ya, como pasa el tiempo :-) Seguro que el segundo va a ser mucho mejor que el primero, pero joder, si no paras tío.
A ver si en este año se puede visitar el Hotel Hanoi que veo que te tratan de maravilla y la gente no deja de ir, je,je
It was a longtime coming, but the release of the next generation of the iPhone is finally imminent. With cameras trained on one of Apple's headquarters in Cupertino, California, the iPhone 4S was unveiled after nearly a year of anticipation by fans and professionals alike. With a similar look and feel to the iPhone 4, the magic of this phone is found on the inside with new features and specs that have resulted in record breaking pre-sales. Here is a quick glimpse at why nearly 1 million people have already ordered this phone and what is in store for them.
The while the iPhone 4S was thought to be called the iPhone 5, there is still one very important '5' inside of this device, the A5 processor. Pulled out of its sister technology, the iPad 2, the A5 is a dual-core processor will push speeds that are nearly twice as fast as the iPhone 4. Deemed a SoC, or sytem-on-a-chip, the A5 dramatically speeds up the iPhone 4S for nearly all of its uses. Carrying out multiple tasks, such as surfing the internet while streaming music, no longer lags the iPhone down to a choppy standstill.
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