Yo ya tengo mi cafetería favorita, un sitio muy chimbo (=cutre), pero con un indudable encanto.
Se trata básicamente de la fachada de la pared de una casa en un callejón, en donde han puesto unos toldillos de plástico, unos ventiladores en la fachada, y una especie de mostradorcillo móvil, delante del cual se disponen unas mesitas de plástico con sillitas diminutas. Y ahí muchos días voy a tomar el café después de la comida solo, o con los amigos que trabajan en la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional), ya que la oficina la tienen al lado de mi casa y el cafetín.
Somos los únicos occidentales que nos sentamos en este cafetín, y pedimos el impagable ca phé sua da (café con hielo y leche condensada), que si bien cuesta 7.000 dongs (30 cts. de euro), merece la pena el desembolso. Además, la trepidante vida que existe en Hanoi se puede ver pasar mientras te tomas un café a través de la entrada al callejón. Como dice mi amigo Alberto, parece una claraboya a este mundo oriental por donde puedes ver estampas diarias de este increible sudeste asiático, sin que seas visto.
Pero lo mejor es que la señora dueña que regenta el cafetín nos trata a cuerpo de rey. Ya nunca pregunta qué queremos, y nos pone ración extra de hielo y leche condensada. Ya me ha dado el nieto más de una vez para tenerle en brazos mientras ella va a por más hielo o llevar algún café a las tiendas de alrededor, para pánico del niño que no sabe muy bien si ponerse a llorar o morir directamente al verse en mis brazos. La señora es simplemente encantadora, mucho más que su seria y antipática hija (la madre del nieto).
Por ponerle un solo pero, a veces (solo a veces) huele un poco a meado, pero ¿qué se le puede pedir a un cafetín que por la noche se convierte en una fachada en un callejón oscuro donde cualquiera puede aliviarse?.

Nota: Gracias a Rubén, el potro de Burgos por todas los fotones que está sacando de nuestra vida vietnamita. Le doy las gracias por ceder las fotos también para el blog de Alberto, el acueducto de Segovia, que el muy desagradecido no le da las gracias en su blog.





Los caseros son encantadores, me la han dejado puesta a todo tren, con mucho más de lo que yo les había pedido. Yo solamente les pedí (acá puedes exigir todo lo que quieras antes de entrar, y si les interesa a los dueños alquilártela a pesar tus exigencias, tienen que ponerte todo lo que les pides):
¡Por fin ya la rosa de los vientos tiene sus llaves!.






Y además es que los tíos tienen un radar especial porque ya te hacen gestos con la mano para que te acerques cuando todavía estas 50 o 100 metros de la esquina donde están apostados plácidamente a la espera de la clientela. No os creáis que es muy sufrido esto de esperar al turista, porque también les he visto durmiendo en el sillín de la moto con los pies en el manillar, otros conversando con los colegas de profesión, otros mirando a las muchachas que pas



